domingo, 22 de junio de 2014

Hacia la frontera

El olor a pata no deja dormir, aunque me muevan como un bebé terco después de llorar, la desconcentración de mis sentidos es inevitable, esos pies debe tener un extracto de los hongos más selváticos que se pueden encontrar de todo Mato Grosso. Los animales enjaulados comenzaron aparecer, los ronquidos de esos cuerpos descompuestos por la calor se escuchan a lo lejos, buscan eco en los asientos de adelante, esa melodía es lo único que voy escuchado en todo el viaje al centro de Latinoamérica. Voy acompañado, mi compañero me recuerda a los puercos encerrados en los corrales de mi abuela Edelmira, esos cerdos eran inteligentes... Un bus entre la frontera de Brasil y Bolivia, me tiene encerado matando mosquitos frente a mi cabeza, por un camino de tierra sacado de una película de narcotraficante. El vehículo se mueve de lado a lado como un borracho a punto de caer, pero sigue su camino, mierda…Hemos caído en un hoyo. 

Dos hora y media baratos, hasta que un bus se paletio a sacarnos, 400 bolivianos le término cobrando por el favor. Esta a punto de amanecer, el conductor se quedo raja escuchar una chola fea de 35, quizás quería regalarle un cariñito a primera hora del día.

Creo que gran parte del bus esta caliente y esta chola representa a todos los ocupantes. Pocos ayudaron a salir del hoyo de donde callo el vehículo, pero se retoma el viaje. 
Junto a los primeros rastro de luz en el paisaje, comienzan expedir los primeros indicios de que alguien cago en el water y espero la noche para cometer su delito. Aún no puedo dormir más de una hora, el viaje de ida nos demoró 24horas, el de regreso esperamos que sean dos días. En estos momentos es cuando agradezco al último pollo con papas fritas, plátano y arroz que almorcé en san Ignacio. Nos acostumbrado a alimentarnos a las 8:30 de la noche para no comer en todo un día.