Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos,
habituadas a seguir siempre las tuyas, sienten en
la oscuridad que descendemos. Han cortado todos
los puentes y las cordilleras se hunden, el Pacífico
se hunde, y sus restos caen ante nosotros como
caen los restos de nuestro corazón. Frente a la
muerte alguien nos ha hablado de la resurrección.
¿Significa eso que tus ojos vaciados verán? ¿que
mis yemas continuarán palpando las tuyas? Mis
dedos tocan en la oscuridad tus dedos y
descienden como ahora han descendido las
cumbres, el mar, como desciende nuestro amor
muerto, nuestras miradas muertas, como estas
palabras muertas. Como un campo de margaritas
que se doblan te palpo, te toco, y mis manos
buscan en la oscuridad la piel de nieve con que
quizás reviviremos. Pero no, descendidas, de las
cumbres de Los Andes sólo quedan las huellas de
estas palabras, de estas páginas muertas, de un
campo largo y muerto de flores donde las
cordilleras como mortajas blancas, con nosotros
debajo y aún abrazados, se hunden.
habituadas a seguir siempre las tuyas, sienten en
la oscuridad que descendemos. Han cortado todos
los puentes y las cordilleras se hunden, el Pacífico
se hunde, y sus restos caen ante nosotros como
caen los restos de nuestro corazón. Frente a la
muerte alguien nos ha hablado de la resurrección.
¿Significa eso que tus ojos vaciados verán? ¿que
mis yemas continuarán palpando las tuyas? Mis
dedos tocan en la oscuridad tus dedos y
descienden como ahora han descendido las
cumbres, el mar, como desciende nuestro amor
muerto, nuestras miradas muertas, como estas
palabras muertas. Como un campo de margaritas
que se doblan te palpo, te toco, y mis manos
buscan en la oscuridad la piel de nieve con que
quizás reviviremos. Pero no, descendidas, de las
cumbres de Los Andes sólo quedan las huellas de
estas palabras, de estas páginas muertas, de un
campo largo y muerto de flores donde las
cordilleras como mortajas blancas, con nosotros
debajo y aún abrazados, se hunden.
La línea de la cordillera se desprende del cielo
y
se hunde, se hunde lentamente, se separa del
cielo y se hunde. Es cosa común que las
cordilleras se hundan, es cosa común que se
desprenden para abajo. En una tierra enemiga es
cosa común oír montañas de cuerpo hundirse
boca abajo. Los Andes se hunden en el mar de
piedras. Bruno aguarda debajo de las piedras.
Susana también aguarda las montañas y montañas
de cuerpos debajo de las piedras.
Las heladas montañas se derrumban sobre sí
mismas y caen. Tal vez el mar las acoja. Hay tal
vez un mar donde los cuerpos helados caen.
Quizás Zurita eso sea el mar. Un limbo donde los
cuerpos caen. Habrán también margaritas.
Margaritas en el fondo del mar, en el fondo del
mar de piedras. Tal vez las margaritas amen a las
heladas montañas. Tal vez los encadenados
cuerpos las escuchen gemir. En una tierra enemiga
es cosa común que las margaritas giman
escuchando caer las cordilleras.
mismas y caen. Tal vez el mar las acoja. Hay tal
vez un mar donde los cuerpos helados caen.
Quizás Zurita eso sea el mar. Un limbo donde los
cuerpos caen. Habrán también margaritas.
Margaritas en el fondo del mar, en el fondo del
mar de piedras. Tal vez las margaritas amen a las
heladas montañas. Tal vez los encadenados
cuerpos las escuchen gemir. En una tierra enemiga
es cosa común que las margaritas giman
escuchando caer las cordilleras.
El Pacífico se desprende de la línea de la costa
y
cae. Fue primero la cordillera y ahora es el mar
que cae. Desde la costa hasta el horizonte cae. En
una tierra enemiga es cosa común que los cuerpos
caigan, que el mar se desprenda de la costa y
caiga como las margaritas que gimen escuchando
a las cordilleras hundirse donde el amor, donde
tal vez el amor Zurita gime llorando porque en
una tierra enemiga es cosa común que el Pacífico
se derrumbe boca abajo como un torso roto sobre
las piedras.
cae. Fue primero la cordillera y ahora es el mar
que cae. Desde la costa hasta el horizonte cae. En
una tierra enemiga es cosa común que los cuerpos
caigan, que el mar se desprenda de la costa y
caiga como las margaritas que gimen escuchando
a las cordilleras hundirse donde el amor, donde
tal vez el amor Zurita gime llorando porque en
una tierra enemiga es cosa común que el Pacífico
se derrumbe boca abajo como un torso roto sobre
las piedras.
Los Andes son estrellas muertas en el fondo del
mar de piedras. El Pacífico también es una estrella
muerta en el fondo del mar de piedras. Debajo de
las piedras el sepulcro del mar y de las cordilleras
es como una noche cuajada de margaritas y
estrellas muertas. Las estrellas muertas de Los
Andes y del Pacífico se cruzan en el fondo de las
piedras. Las margaritas se doblan ante la cruz y
gimen. En una tierra enemiga es cosa común que
las estrellas formen una cruz sobre nuestras caras
muertas.
mar de piedras. El Pacífico también es una estrella
muerta en el fondo del mar de piedras. Debajo de
las piedras el sepulcro del mar y de las cordilleras
es como una noche cuajada de margaritas y
estrellas muertas. Las estrellas muertas de Los
Andes y del Pacífico se cruzan en el fondo de las
piedras. Las margaritas se doblan ante la cruz y
gimen. En una tierra enemiga es cosa común que
las estrellas formen una cruz sobre nuestras caras
muertas.
El océano Pacifico se despegó del horizonte y
yace
debajo de las piedras, la cordillera de Los Andes
también yace. Las piedras cubren las cumbres y el
mar como un capo negro. Las margaritas de los
campos negros, de la tierra o el agua negra se
doblan y gimen sobre las desplomadas montañas
sobre el mar desplomado. En una tierra enemiga
es común que el océano y las montañas yazgan
bajo las piedras, que el amor yazga, que tu amor
yazga Zurita y que sea una tumba tus ojos ciego
abrazándolas.
Las montañas se abrazan en el fondo, el mar es
de piedras y se abraza. Quizás las montañas y el
mar duermen. En una tierra enemiga es común
que los cuerpos se abracen abajo como si
durmieran. Campos infinitos de margaritas
descienden hasta el borde de la playa donde antes
estaba el Pacífico. Otros campos lo hacen hasta
donde estaban las cordilleras. Las cordilleras y el
mar yacen abajo y se abrazan. En una tierra
enemiga es cosa común que el mar y las
montañas se abracen boca abajo como si
durmieran.
Escuchamos caer el mar, las cumbres, las llanuras
y eran nuestros cuerpo ciegos los que se
derrumbaban amontonándose debajo de las
piedras. Las margaritas gimen y tal vez ellas son
los dedos que nos palpan tocando en nosotros las
vaciadas costas. Quizás es común para las flores.
En una tierra enemiga es quizás común que las
margaritas se doblen tocándonos en el mar
desmoronado. En una tierra enemiga tal vez las
margaritas palpen subiendo en sus dedos las
montañas.
Están las cordilleras de Los Andes y el Pacifico
abrazados debajo de las piedras. Las margaritas
crecen en la primavera. Tal vez la primavera
crezca. Tal vez las montañas y el océano
abrazados se levanten desde debajo de las piedras
y sean las margaritas de la nueva primavera.
Bruno, Susana, tal vez sus cuerpos se levanten
desde debajo de las piedras. En una tierra
enemiga
es cosa común que las margaritas sostengan la
nieve que quedo de los caídos cuerpos en la
primavera.
Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos
buscan las tuyas porque si yo te amo y tú me
amas tal vez no todo esté perdido. Las montañas
duermen abajo y quizás las margaritas enciendan
el campo de flores blancas. Un campo donde Los
Andes y el Pacífico abrazados en el fondo de la
tierra muerta despierten y sean como un
horizonte de flores nuestros ojos ciegos
emergiendo en la nueva primavera. ¿Será? ¿será
así? las margaritas continúan doblándose sobre el
mar difunto, sobre las grandes cumbres difuntas y
en la oscuridad, descendidos, como dos envanecidas
pieles que se buscan, mis dedos palpan a tientas
los tuyos porque si yo te toco y tú me tocas tal
vez no todo esté perdido y, todavía, podamos adivinar
algo del amor. De todos los amores muertos que
fuimos y de un campo de flores que crecerá
cuando nuestras mortajas blancas, cuando
nuestras mortajas de nieve de todas las montañas
hundidas nos besen boca abajo y nos vuelvan
para arriba las erizadas pestañas.
buscan las tuyas porque si yo te amo y tú me
amas tal vez no todo esté perdido. Las montañas
duermen abajo y quizás las margaritas enciendan
el campo de flores blancas. Un campo donde Los
Andes y el Pacífico abrazados en el fondo de la
tierra muerta despierten y sean como un
horizonte de flores nuestros ojos ciegos
emergiendo en la nueva primavera. ¿Será? ¿será
así? las margaritas continúan doblándose sobre el
mar difunto, sobre las grandes cumbres difuntas y
en la oscuridad, descendidos, como dos envanecidas
pieles que se buscan, mis dedos palpan a tientas
los tuyos porque si yo te toco y tú me tocas tal
vez no todo esté perdido y, todavía, podamos adivinar
algo del amor. De todos los amores muertos que
fuimos y de un campo de flores que crecerá
cuando nuestras mortajas blancas, cuando
nuestras mortajas de nieve de todas las montañas
hundidas nos besen boca abajo y nos vuelvan
para arriba las erizadas pestañas.